Desde la segunda mitad del siglo XX se ha producido un aumento bien documentado del número de personas que se identifican como protestantes evangélicos. La Iglesia Católica, marginada durante mucho tiempo por los ideales ilustrados del liberalismo, las políticas anticlericales y los hostiles proyectos de formación del Estado en toda la región, ha visto cómo se erosionaba su poder secular, político y social desde el siglo XIX, una tendencia en curso que ni siquiera un popular Papa argentino ha podido detener en el siglo XXI. La superestructura del Estado laico ha sido el leitmotiv político de las sociedades profundamente católicas de América Latina durante más de un siglo y, con algunas excepciones notables, la Iglesia católica ha desarrollado un modus vivendi relativamente cómodo con los gobiernos laicos de América Latina. Hoy, sin embargo, han surgido nuevos desafíos al Estado laico, no desde el catolicismo, sino desde potentes fuerzas políticas alineadas con sectores evangélicos y pentecostales.