Durante la dictadura del general Francisco Franco confluyen y se suceden una serie de circunstancias históricas que van a posibilitar que España se sitúe entre las diez primeras potencias cinematográficas del mundo. Entre dichas circunstancias se encuentran la emergencia de los cine nacionales, la emulación de las estrategias de propaganda de los totalitarismos, el pacto de cohabitación con el cine de Hollywood, la formación de una élite profesional desde la enseñanza pública y el sindicato único y hasta los éxitos y los premios que, dentro o fuera de España, logra el cine disidente, es decir, el cine antifranquista, el cual lo es solo relativamente, ya que está producido dentro del aparato cinematográfico del régimen: bajo su censura, con sus subvenciones y, en ocasiones, hasta participando de su corrupción. Porque durante estos años el cine no es más que un conjunto de instituciones y de prácticas destinadas al control de los españoles por parte de y en beneficio de los grupos que apoyaron el levantamiento militar de 1936.