One of the greatest questions that have moved human spirit throughout
history, beyond the issue of the existence or not of God, has been the query
of God`s historical presence and action. This paper will expose — following
the Second Vatican Council and MedellÃn — how theological task, especially
its method, is affected by the question for the signs of the times. We will be
developing the meaning of this notion and how the Council presents it. This
implies, fi rst, to assume a position on the possibility of God`s real presence in
history. Second, due to the symbolic and historical character of this presence,
we have to look for visible signs. Third, the act of recognizing historical signs
of God`s presence does not exhaust the interpretation of the whole event
of divine self-communication. Finally, all theological task will be affected
signifi cantly, as much in its method as in its content, when having the scope of
searching and presenting real signs of hope in the face of our dramatic times,
especially while facing our even more impoverished world. After presenting
these refl ections, we will encourage the readers to adopt a criterion that will
help them in the process of recognizing and interpreting contemporary signs
of the times. This criterion focuses on the search for existent processes of
humanization among the poor and forgotten ones, inspiring us to build
fraternal relationships and social bonds following Jesus` call to transform all
less human conditions to more human ones.
Uno de los grandes interrogantes que ha movido al espÃritu humano a lo
largo de la historia, más allá de la pregunta por la existencia de Dios, ha sido
la búsqueda de su presencia y el reconocimiento de su acción en medio de la
vida social. En este ensayo — siguiendo el espÃritu del Concilio Vaticano II
y de MedellÃn — nos proponemos desarrollar cómo el quehacer teológico,
especialmente su método, debe responder a la cuestión de los signos de los
tiempos. Para ello, desarrollaremos el signifi cado de esta noción y cómo fue
entendida por el Concilio. Lo que implica, primero, asumir una posición
frente a la posibilidad de la presencia real de Dios en la historia. Segundo, en
razón del carácter simbólico e histórico de esta presencia, debemos buscar por
signos visibles. Tercero, el acto de reconocimiento de estos signos históricos no agota la realidad siempre mayor del misterio de la auto-comunicación
de Dios. Por último, el quehacer teológico, sea en su método como en su
contenido, ha de ser afectado signifi cativamente por esta búsqueda de signos
reales de esperanza ante los dramas que viven las mayorÃas en nuestro mundo,
especialmente de cara al empobrecimiento de nuestras sociedades. Una vez
expuestas estas consideraciones, ofreceremos al lector un criterio que ayudará
al reconocimiento y a la interpretación de la presencia actual de estos signos.
Se trata de encontrar procesos actuales de humanización entre los más pobres
y olvidados, para construir asà relaciones fraternas y redes sociales que
actualicen nuestro seguimiento a Jesús en la transformación de condiciones
menos humanas a otras más humanas, como lo pidió MedellÃn.