La responsabilidad y la solidaridad como valores que alimentan los sentimientos de comunidad y fundamentan la ética (MORIN, E.; 2006: 25), asà como las actitudes que se fundan en ellos, se adquieren y desarrollan mediante la experiencia y las prácticas sociales. A su vez y dado el escenario de crisis civilizatoria en el que estamos inmersos, la educación con y para la solidaridad y la responsabilidad se constituye en un imperativo moral de primer orden por lo que todas las instituciones educativas en general y las de Educación Básica y Obligatoria en
particular deben asumir la responsabilidad social de educar en estos valores, aprovechando todas las posibilidades que brindan las mismas. Obviamente esto exige esfuerzos y compromisos multidimensionales, sostenibles y perdurables de carácter polÃtico, estructural, organizativo, curricular, educativo, docente y comunitario que pueden y deben estar dirigidos a construir y a desarrollar Escuelas Solidarias. Sin embargo esta aspiración que late y existe seminalmente en muchas de nuestras actuales escuelas, no podrá germinar y dar frutos si la solidaridad, la responsabilidad y la confianza no se constituyen como formas habituales, cotidianas y naturales de vida, trabajo, aprendizaje y convivencia. En esta lÃnea, el presente artÃculo intenta aportar diversas reflexiones y sugerencias de carácter teórico y práctico basadas en las experiencias de su autor y orientadas a hacer posible la construcción y el desarrollo de una Escuela Solidaria.