Es sorprendente cómo América Latina continua siendo una región de la cual se pueden extraer cuantiosos beneficios económicos, muy a pesar de tantos años de extracción de sus recursos. Esto al margen de cualquier sentido viseral. No hace falta manejarse en un discurso con términos como imperialismo, neocolonialismo, capitalismo rabioso o cualquier otro que pueda ser interpretado como síntoma de radicalismo. Es un hecho, se siguen extrayendo enormes cantidades de riqueza de América Latina, aun a pesar de que los países de esta región no logran sostener sus niveles de productividad, de llevar sus cuentas con déficit comercial, de no controlar sus tasas de inflación, de padecer de recurrentes devaluaciones, de sufrir de migraciones por falta de oportunidades de empleo, de que no alcanzar a desarrollarse a los niveles de los países centrales. Aun así, esta región es tierra de oportunidades para la obtención de altos rendimientos por parte de las empresas trasnacionales, incluidas aquellas de origen latinoamericano. A pesar de tan cuantiosos recursos con los que cuenta América Latina, resulta imposible que se desarrolle, pues lo que se desarrolla es el sistema-mundo-capitalista (Wallerstein, 1995), con grandes turbulencias para los países de esta región. Esta es una de las grandes críticas que se le puede hacer a esta teoría, aparentemente no ofrece alternativas de desarrollo para América Latina, pero ¿acaso es posible? Este trabajo tiene como objetivo analizar la relación que guardan las altas finanzas (Arellanes, 2005), a través de las instituciones financieras internacionales, con las opciones de desarrollo para América Latina, incluida una posible vía geopolítica latinoamericana, en donde más allá de la malversación de esta centenaria estrategia de poder de estado (expresado particularmente como fuerza militar), bien resulta como instrumento de consolidación de los Estado-nación latinoamericanos, ya sea delimitados por sus propias fronteras, o integrados en un bloque regional.