El texto sostiene que la idea generalizada de que la antropología tiene lugar en el encuentro con la otredad y que la etnografía como texto es su producto nace de la confusión entre antropología y etnografía, así como de la falta de atención a los cuerpos en cada una de ellas. El artículo muestra que al concebir a la antropología como una práctica de “observación corresponsal” (INGOLD, 2017) el problema de la otredad —condición existencial o resultado discursivo —no surge. Si bien podría pensarse que dicha cuestión reaparece en la escritura de la etnografía, recurriendo al propio proceso de investigación de la autora con ladrilleros e ingenieros electrónicos en México, de manera exploratoria se proponen cuatro condiciones en la escritura para que esto no ocurra: 1) visibilizar los cuerpos que escriben la etnografía, 2) reconocer que los cuerpos están involucrados en procesos de materialización similares, 3) reivindicar el cuerpo que lee la etnografía, y 4) avanzar de la etnografía-texto como objeto terminado a la etnografía como escritura para habitar. En última instancia, lo que se cuestiona es la creencia de que el cuerpo y la subjetividad del antropólogo y el etnógrafo están dados.